domingo, 22 de abril de 2018

El equipo Rara Avis está constituido por las siguientes alumnas de 1º de Bachillerato: 
Fabiola Antelo
Alba Colmenarejo
Beatriz Hernández
Lucía Rosado

y coordinado por su profesora de Lengua castellana y Literatura: 
Margarita Pacheco

sábado, 21 de abril de 2018

Gertrudis Gómez de Avellaneda I


                                                                                                 10 de julio de 1939

Empiezo este diario con la esperanza de que las generaciones futuras me conozcan y sirva de ayuda y referente para muchas mujeres luchadoras. 

Mi nombre es Gertrudis Gómez de Avellaneda, pero escribo bajo el seudónimo de "La Peregrina", ya que el hecho de ser escritora y mujer no está bien visto en esta época, el Romanticismo. 

Lo primero que debéis saber es que nací el 23 de marzo de 1814, en Santa María de Puerto Príncipe, en Cuba. Viví una infancia feliz junto a mis padres y gocé de una buena educación leyendo autores como Byron o Víctor Hugo, que ahora me sirven de referente a la hora de escribir.

Con 20 años me trasladé a Santiago de Cuba por mis problemas de salud. Mis padres insistieron en que me casase, pero yo me negué y, tras muchas luchas, conseguí que se cancelase el matrimonio que me habían concertado.

A los 22 años, muy a mi pesar, me mudé a España acompañada de mis padres. Durante el viaje escribí un soneto, Al partir, donde traté de plasmar mi sufrimiento, no solo por dejar mi hogar atrás, sino también por la mala relación que tengo ahora con mis abuelos, los que tanto me cuidaron cuando era pequeña y de los que tantos recuerdos buenos conservo. Ahora prácticamente no me hablan y ni siquiera vinieron a despedirse de nosotros aun sabiendo que nos marchábamos para no volver, y todo por algo tan insignificante a mis ojos como es el matrimonio concertado que me negué a aceptar.

Cuando regresé a España, me dirigí a la Coruña, donde lo que quizá tenga más importancia es que mantuve una relación con el hijo de un capitán. Era alto, corpulento, muy apuesto, pero en cuanto a la personalidad yo diría que demasiado clásico. No duramos mucho juntos porque no le parecía bien que me dedicase a la poesía y a menudo discutíamos sobre este asunto, hasta que después de unos meses terminamos de una forma poco amigable, pero no demasiado dolorosa, al menos en lo que a mí respecta.

Ahora resido en Sevilla y escribo versos para el periódico La Aureola de Cádiz y para El Cisne de Sevilla. He conocido a un muchacho encantador. Se llama Ignacio Cepeda y es estudiante de Leyes.

Concepción Arenal I


25 de noviembre de 1841



Hay quien dice que los grandes cambios llevan su tiempo y que las revoluciones se inician paso a paso, con las cosas más pequeñas e insignificantes, con aquellas acciones que a prácticamente a nadie afectan, de las que nadie se da cuenta. Si eso es cierto. Hoy, 25 de noviembre de 1841, debería ser un día histórico para nosotras las mujeres, pues, aunque sin posibilidad de matricularme, a partir del día de mañana podré asistir como oyente a la universidad; podré sentarme en las sillas, caminar por los pasillos, escuchar el discurso del profesor y todo ello sin necesidad de disfrazarme, sin tener que ocultarme ni fingir ser quien no soy, sin tener que negar mi condición de mujer para poder acceder al tan ansiado conocimiento. Esta noche guardaré mi disfraz en un apartado baúl con la esperanza de no tener que volver a usarlo nunca.


 Recuerdo a mi padre como si ayer mismo hubiese sido la última vez que lo vi, su apasionada forma de hablar, su rostro serio y aquella mirada, aquella incomparable mirada tan llena de bondad como  de perspicacia. Ahora, sumergida en la oscuridad de la noche y en la envolvente paz que trae consigo,  juraría poder oír su voz, tocar sus ásperas manos, poder verlo otra vez y ver en su mirada el orgullo que sentiría al ver la persona en la que me he convertido. Mi padre murió hace ya tiempo, apenas tenía nueve años cuando lo arrestaron y fue obligado a cumplir condena, una condena que al poco tiempo acabaría causándole la muerte, pues ¿qué mejor sitio que una prisión para contraer enfermedades? ¡Qué impotencia, qué frustración, qué dolor trae consigo la muerte de un ser querido!, ¡qué desgracia saber tan bien lo que siente, ser consciente de que todo no dura para siempre y de que aquello que se va ya no vuelve nunca a nuestro lado! También añoro a mi madre, a mi abuela y… ¿cómo no? a mi pequeña hermanita, sin ellas nunca habría logrado llegar a este punto, sin su apoyo, sin que me inculcaran esta sed de conocimiento que ahora me carcome por dentro y, ¿por qué no decirlo?, sin la holgura económica que ambas herencias han llegado a proporcionarme.

Es injusto, el mundo que nos rodea es una gran y cruel injusticia, en la que solo ganan los poderosos, en la que solo los hombres tienen derecho a expresarse, en la que el dinero lo mueve todo y aquellas personas que intentan traer paz y justicia no acaban siendo más que silenciadas por aquellos a quienes no les interesa su presencia. Me niego a que esto siga así, me niego a agacharme ante este sistema corrupto, a dar la razón a quien no la tiene, a permitir que personas como mi padre mueran injustamente todos los días. No sé qué me deparará el futuro, tampoco sé cómo ayudaré a cambiar el mundo o quién va a ser mi acompañante para tan larga travesía, pero lo que sí sé es que esto no puede seguir así.

Ahora, envuelta en el silencio y la soledad y con la única compañía de la pluma y el papel, estoy dispuesta a plasmar mis pensamientos, a narrar mi vida, a dar a entender al mundo que tenemos que cambiar, a informar a la gente y a hacer ver a futuros lectores qué es lo que ahora me atormenta.

Carmen de Burgos I


 23 de agosto de 1932


 Hoy me paro a pensar, a mirar al pasado y a ver si he conseguido cumplir con eso que cuando era joven me prometí. Al recordarlo y darme cuenta de lo que he conseguido, de todo lo que he logrado, de la gran cantidad de artículos y libros publicados, me invade la emoción, el orgullo y la felicidad.

 Antes de hablar de mi obra y de mi trayectoria profesional, me gustaría contar cómo fueron mis comienzos en el mundo de la literatura y el periodismo; y no solo eso, también me gustaría hablar de cómo fue mi vida.

 Nací en Almería un 20 de diciembre de 1867. He de decir que no me gustaba que la gente supiera cuál es mi fecha de nacimiento y a veces la ocultaba para que no fuera pública, sobre todo cuando empecé a ser más conocida por los lectores.

 Soy hija de José de Burgos y Cañizares y de Nicasia Seguí y Nieto. Mi infancia se desarrolló en Rodalquilar, en La Unión, en el cortijo perteneciente a mi familia, y ya desde pequeña me empecé a interesar mucho por la literatura. Soñaba con llegar a escribir mis propios libros. De adolescente me trasladé a la capital, para así poder adquirir una mejor formación.

 Me casé joven con Arturo Álvarez Bustos, con quien tuve cuatro hijos de los cuales solamente sobrevivió mi hija María. Esto es algo que nunca poder superar, nunca podrá pasar ni un solo día sin que piense en lo que habrían llegado a ser. Jamás olvidaré esas risas inocentes, esas miradas con las que solo un hijo pude mirar a su madre y, desde que mi vida se rompió, no habrá llanto o risa de un niño que no me estremezca y duela como si ayer mismo hubiese sido la última vez que oí sus voces. Esto supuso un golpe muy duro para mí, pero poco a poco conseguí afrontarlo mejor. 
Estando casada con Arturo, comencé a colaborar en su periódico: Almería Bufa.

Pero no pude ser feliz en mi matrimonio. Descubrí que mi marido me engañaba y eso hizo que comenzara a estudiar para conseguir llegar a ser profesora y marcharme con mi hija María, que por aquel entonces tenía cuatro años, a la capital.

 Me instalé en la bulliciosa ciudad en 1901, en casa de un tío mío. Poco después comencé a sentirme atraída por el ambiente cultural y literario de Madrid, además empecé a tener la necesidad de escribir, pero de esto ya os hablaré más adelante.

Ana María Martínez Sagi I


18 de noviembre de 1929

Hace unos días, entrevisté a una prostituta llamada Lola. Ya tenía conciencia de los problemas e injusticias sociales que existen en nuestro mundo, pero la admirable Lola me ayudó a abrir los ojos: 'La mayoría de las veces somos tratadas como animales. Como simples objetos sexuales. El cliente nos paga y en ese preciso momento, nos hace suyas.' Esas palabras se me clavaban en el alma como si de afilados cuchillos se tratase. Llevaba tiempo tomando conciencia del trato injusto que recibimos las mujeres por el hecho de serlo, y tras escuchar esas palabras, algo se encendió en mí. 'Tengo que luchar', pensé.
Este pensamiento me perseguía desde hacía tiempo. En un afán de liberación y comprensión, compartí con mi madre, Concepción Sagi, la experiencia personal que me había hecho vivir aquella entrevista. Pero mi madre no lo entendía. No era capaz de comprender que el mundo no tenía por qué ser así. Solo se preocupaba de que en casa siempre hubiese suficiente dinero para alimentar a sus hijos y de cuidar a su idealizado marido. Siempre me repetía que desde aquel día lluvioso de 1907 en el que nací, solo tenía ideas y pensamientos descabellados y absurdos.
Lo cierto es que no se trata de eso, sino de libertad, libertad de pensamiento, libertad para actuar en función de mis ideales, libertad para amar a quien yo elija amar. Tener derecho a votar y llegar a contar con las mismas posibilidades que un hombre. ¿Qué es lo que sucede?, ¿que por el hecho de ser mujer soy inferior?

Supongo que las personas de este mundo no queremos estar preparadas para evolucionar, para iniciar una revolución que desemboque en un estado libre e igualitario.
Siento decepcionaros, padre y madre, pero yo, Ana María Martínez Sagi, no estoy dispuesta a permanecer de brazos cruzados ante las injusticias que se dan en nuestra sociedad.

Gertrudis Gómez de Avellaneda II


 2 de febrero de 1841

Llevo dos años en España y estoy muy contenta. Al principio, se me hizo complicado adaptarme a tantos cambios y sufrí mucho porque mi amor nunca fue correspondido. A pesar del rechazo, seguí intentándolo y le mandaba cartas regularmente a Cepeda, pero finalmente me di cuenta de que no merecía la pena y para poder olvidarle me mudé a Madrid.

El cambio de aires me vino de maravilla y, aunque a veces me acuerdo de él, poco a poco, estoy pasando página. He conocido gente increíble y por fin tengo amigos de verdad que me apoyan y me enseñan, pues la mayoría son poetas y escritores de gran talento.

El ambiente en el que me muevo y los nuevos contactos que tengo me han permitido hacer realidad uno de mis mayores sueños: leer mis poemas ante un público. Recuerdo perfectamente la noche en la que recité por primera vez en un teatro. 

Había quedado a las siete en el Liceo para hacer un ensayo general con los demás artistas que actuarían esa noche. Me presenté acalorada y con el pelo revuelto debido a la carrera que me había pegado para llegar a tiempo. Después de arreglarme, salí a recitar, era solo una prueba, pero estaba muy nerviosa y no paraba de confundirme. Los poetas veteranos que estaban conmigo me dieron algunos consejos de gran utilidad, que todavía hoy utilizo antes de salir a un escenario y, gracias a ellos, me calmé un poco.

Después de eso, el tiempo se me pasó volando y, antes de darme cuenta, los asistentes empezaron a llenar las butacas. 

Llegó la hora de salir al escenario. Yo estaba con los nervios a flor de piel. Salí, las piernas me temblaban, pero, pese a todo pronóstico, lo hice bien, entoné y no me trabé en ningún momento. Cuando volví detrás de bambalinas un subidón de adrenalina me invadió y esa misma sensación la tuve al encontrarme con mis amigos y mis padres a la salida del teatro. Fue uno de los momentos más felices de mi vida, me sentí realizada y contenta al ver el orgullo en la mirada de mis progenitores.

Este año también he llevado a cabo un proyecto que tenía en mente desde hace tiempo: he publicado mi primera novela, que se titula Sab. En ella critico a la clase social a la que pertenezco, lo que hace que me enfrente al rechazo de personas de mi círculo cercano, pero me da igual porque creo que ya es hora de que alguien que pertenece a la alta sociedad muestre lo que esta esconde. Además, también he querido demostrar la desigualdad que presentan las clases sociales, ya sea por la raza, el género o la religión. Espero que este libro haga reflexionar a la gente y que no me traiga muchos problemas o, al menos, que no sean en vano.

Concepción Arenal II


30 de julio de 1857


Es en días como este cuando una se da cuenta de lo injusto que es todo, de la dificultad que significa para una mujer vivir en un mundo de hombres. Es en estos momentos cuando una puede ver que casi todo lo que ha hecho ha sido en vano y que por mucho esfuerzo, sudor y lágrimas que se desperdicien, al final todo sigue igual, todo conduce al mismo nefasto final. 

Hoy, 30 de julio de 1857, y por culpa de la maldita ley que obliga a firmar los artículos, he sido cesada como colaboradora fija en La Iberia. Hoy me he dado cuenta de la inutilidad de mi continuo empeño, me he dado cuenta de que hay personas que no cambian, y que por mucho que intente remar contra corriente, siempre habrá alguien que logre frenarme y acabar con las pocas fuerzas que me queden.

Fernando se habría enfadado al enterarse, esto le habría sacado de sus casillas; ya me lo estoy imaginando, maldiciendo a todo el mundo y pensando en lo que va a decir a los responsables, tan justiciero como siempre… Después se hubiese calmado y me habría dicho que me quiere, que todo va a salir bien y que el mundo está lleno de ignorantes. Si no fuera por él es posible que hubiese tirado la toalla hace ya tiempo, sin su apoyo ahora mismo estaría perdida, de no ser por él nunca habría logrado superar la muerte de la pequeña Concepción, de mi pequeña Concepción, de mi niña… Todavía conservo la que fue su muñeca favorita, aún la sigo abrazando cuando tengo miedo, oliendo su aroma a niña recién salida de la siesta, continúo cepillando sus cabellos y cuidándola como ella misma lo habría hecho. Ahora tendría ocho años, sería la mayor de los tres hermanos y tan fuerte e independiente como lo son ellos ahora. A ella podría haberle traspasado todo mi conocimiento, en sus manos podría ceder mi lucha cuando llegase el momento… Pero ahora ya no está, a pesar de que no exista en mí mayor deseo que poder tocarla un último instante, abrazarla y peinar sus oscuros cabellos, besar su frente y escuchar de sus labios que me quiere.

Su muerte fue dura para todos, lo más duro a lo que  nunca he tenido que enfrentarme. Cuando murió mi hermana pequeña veía a mi madre abatida y creía ser consciente del dolor que dicha pérdida podía llegar a causarle, pero no,  ahora veo que no, ahora me doy cuenta de lo ingenua que era al pensar así, de lo estúpida que he sido al creer que nada, nunca, me dolería tanto como la muerte de mi padre.

Después de aquello me di cuenta no solo de que mi vida había cambiado para siempre y de que una parte de mí se había perdido con ella, una parte que nunca podría llegar a encontrar, si no de que en Fernando había encontrado un compañero incondicional, una persona que, pasase lo que pasase, nunca me abandonaría y siempre estaría a mi lado, apoyándome y ayudándome en todo aquello que me propusiese. Sé que, si ahora estuviese aquí, conmigo, lograría consolarme como nadie sabe hacerlo, me miraría a los ojos y me diría que todo va a salir bien, apretaría mis manos contra su pecho y me hablaría con tal seguridad que acabaría por creerme todo aquello que me dice. Sé que, si no hubiese muerto. todo sería diferente. Si la cruel enfermedad no hubiese insistido en arrebatarlo de mis débiles brazos aún quedarían fuerzas en mí para seguir adelante, para seguir luchando por lo que creo, por lo que creemos.
Sigo recordando con total nitidez la primera vez que nos vimos, la primera que hablamos y ambos encontramos en el otro a ese cómplice imprescindible, a ese acompañante  con el que embarcarse en una gran aventura. Nos conocimos en la universidad, cuando yo asistía como oyente y él como estudiante y, a pesar de la diferencia de edad, no tardamos en caer rendidos al amor. Él era tan diferente a todos los demás hombres que había conocido, tan inteligente, tan idealista, tan avanzado … era imposible no caer rendida a sus pies. Recuerdo con especial cariño aquellas tardes en las que, vestida de hombre, asistíamos a las tertulias del café Iris y al salir discutíamos sobre lo que habían dicho hasta que uno de los dos se airaba y prefería dejar el tema. Eran esas pequeñas discusiones, que solían durar apenas unos minutos, pues ninguno soportaría la idea de no poder estar con el otro, las que nos unían cada vez más.

Ahora, a pesar de la ira y de la rabia que siento, a pesar de lo que me gustaría tirar todo por la borda y no seguir luchando por nada, sé que no puedo hacerlo y que tanto esfuerzo tiene que servir de algo. He logrado cosas que antes no hubiera soñado que fuesen posibles, ¿quién me iba a decir, cuando no era más que una niña que correteaba por los campos de Ferrol, que a estas alturas habría logrado escribir una novela, obras teatrales y mis Fábulas en verso?, ¿quién me iba a decir que habría gente tan extraordinaria en este mundo y que no solo descubriría lo que es el amor, sino que también lograría sentir lo que es estar en compañía de tu igual?

No, ahora es imposible abandonar, ahora más que nunca seguiré luchando por la igualdad, por la libertad, la justicia, seguiré siendo yo.

Carmen de Burgos II


                                                                                     28 de agosto de 1932




Tras varios años de estudio, por fin consigo, en 1901, sacarme  el título de maestra, y un billete para la libertad, pudiendo irme así de Almería donde, debido a mi idea de divorciarme de mi marido, no tenía el apoyo de familiares, ni amigos y ni siquiera de los conocidos de la ciudad, ya que en aquel entonces la idea del divorcio por parte de la mujer era algo casi impensable.
Y así por fin llegó el día en el que vine a Madrid, sintiéndome sola, salvo por la compañía de mi hija y casi sin saber muy bien qué hacer, y he de confesar que un poco asustada ya que prácticamente no conocía a nadie salvo a mi tío, quien me hospedó en su casa hasta que intentó aprovecharse de mí. Pero no voy hablar de eso, sino que os voy a contar cómo fue mi vida en Madrid y como decidí no estar asustada sino afrontar mi llegada con valentía y empezar a hacer eso que soñaba: escribir.
Me empecé a sentir atraída por el ambiente cultural que había en la capital y a tener el deseo de comenzar a escribir.  
Poco después de llegar a Madrid, fui destinada a trabajar en Guadalajara y comencé a escribir pequeños artículos para distintas revistas madrileñas como ​Madrid cómico, La Correspondencia de España o el Globo, revista en la que tenía una pequeña columna titulada "​Notas Femeninas". Esto fue algo que me entusiasmó.



En 1903, el director de el periódico ​Diario Universal, Augusto Fernández de Figueroa, quiso contactar conmigo para su periódico, pudiendo tener así una columna fija titulada ​"Lecturas para Mujeres", que firmé siempre como “Colombine”.
Tiempo después de empezar a escribir en el Diario Universal, mi columna y el nombre de “Colombine” consiguieron gran repercusión social debido a la publicación de un artículo en el que pedía la opinión sobre el divorcio por parte de la mujer, algo que hizo que comenzara a recibir cartas con la opinión de alguno de los lectores las cuales se iban publicando, salvo la de algunos personajes influyentes de la sociedad de ese momento, que no dejaron que fueran publicadas en aquel momento. No obstante, más tarde, en 1904,  publiqué con todas esas contestaciones recogidas sobre mi articulo un libro titulado ​ El Divorcio en España.
El 19 de septiembre de 1909 me convertí en la primera periodista de guerra publicando, en El Heraldo de Madrid, una crónica sobre la guerra de Marruecos.  
Y en 1910 publiqué la Revista Crítica, con la colaboración de otros escritores de la época, pero tan solo salieron la luz siete números. Tras haber publicado distintos artículos en 1910, era una escritora conocida en el ambiente literario de la época, pero sobre eso os hablaré próximamente.

Ana María Sagi II


22 de diciembre de 1929 

Estos últimos meses están siendo una verdadera locura. Tras publicar mi primer libro de poemas, Camino, he recibido palabras de elogio de personas que admiro fuertemente, como Unamuno  y Antonio Machado. Sí, has leído bien: Unamuno y Machado. Y pensar que cuando escribía los poemas que forman mi obra solo buscaba liberación y plasmar mis pensamientos en un papel con el afán de entenderme a mí misma y a lo que estaba ocurriendo en mis adentros…
Esta emoción se ha avivado aún más desde que escribo para el periódico La Rambla. El miércoles pasado, mientras entrenaba el tiro de jabalina, como de costumbre, se lo conté a una compañera. Al contrario de la reacción que me esperaba, mi compañera me lanzó una mirada con algo de desdén y, al mismo tiempo, me preguntó  si estaba segura de querer trabajar para un periódico de ideología republicana. Cuando escuché la pregunta, las facciones de mi rostro cambiaron por completo, y pensé: si estoy entusiasmada por poder trabajar para un periódico, lo estoy aún más por el hecho de que ese periódico en el que trabajo sea republicano. Al momento le contesté: ''Ya sabes que soy un cabo suelto'', me di la vuelta, y tiré mi jabalina.
Pero últimamente a esta emoción y sentimiento de felicidad se ha unido un sentimiento extraño, algo que no sé explicar utilizando las palabras. Hace unos días conocí a una extraordinaria mujer llamada Elisabeth Mulder. Elisabeth es una escritora de mi quinta. Estaba casada con un abogado de mucho prestigio que le triplicaba la edad y que ha muerto recientemente. Responde al hipocorístico de 'Eli', y es de Barcelona. Cuando estoy con ella, el mundo se detiene y surgen en mi estómago unos cosquilleos y sensaciones que desconocía hasta el momento. Desde el momento en el que crucé la primera palabra con ella supe que la nuestra no sería una relación de amistad como otras. Y, a día de hoy, llego a dudar si es una relación de amistad o más bien un sentimiento de atracción y enamoramiento. Jamás había sentido esto por una mujer (y para ser sincera, por un hombre tampoco). ¿Desde cuándo siento atracción hacia las mujeres? ¿Soy homosexual?¿Qué es esto que estoy sintiendo por Elisabeth?¿Debo reprimir este sentimiento?¿Debo contarlo? Cientos de preguntas relacionadas con mi sexualidad, con mi relación y sentimientos hacia Elisabeth inundan en estos instantes mis entrañas: ¿Estoy enamorándome de una mujer?

Gertrudis Gómez de Avellaneda III


27 de julio de 1850
Los 10 años que han pasado desde la última vez que escribí en el diario han sido, sin duda, los peores de mi vida. Para empezar, quiero aclarar que pretendía escribir más a menudo, pero por los asuntos que relataré a continuación, me ha sido imposible.
El horror empezó en 1844 cuando conocí a Gabriel García Tassara. Al poco de conocernos empezamos una relación basada en el amor, los celos, el miedo y la admiración que sentía por él. Esta relación, tóxica en todos los aspectos, duró tres largos años y acabó de la peor forma cuando le confesé que estaba embarazada.
Creo que fue la vez que más miedo pasé en toda mi vida. Estaba temblando y, nada más decírselo, la voz se me resquebrajó y comencé a llorar desconsoladamente, hasta que Gabriel reaccionó y me acalló a base de golpes. Durante la paliza y aun después de ella, mi mente estuvo ausente, mi mirada reflejaba más que miedo, indiferencia, pues en lo único en lo que pensaba era en el bebé y en lo que pasaría si es que este sobrevivía. Eso sí que me daba miedo porque ¿qué haría una madre soltera y, además, escritora, en pleno siglo XIX? Ya os lo digo yo: sobrevivir como podía mientras el resto del mundo la repudiaba.
No sé si, por desgracia o por un golpe de suerte, a los siete meses, mi hija murió. Algunos me llamarán frívola por haber pronunciado estas palabras, pero la realidad es que, aunque me dolió en lo más profundo de mi corazón, la niña había nacido enferma y, debido a la exclusión social y al rechazo de su padre, antes o después, me habría visto obligada a darla en adopción a un orfanato donde sería criada en las peores condiciones.
Al año siguiente, tras haberme recuperado ligeramente, me casé por primera vez. Pedro, así se llamaba mi marido, era un poco más joven que yo, compartía mis aficiones literarias y me trató muy bien mientras estuvimos juntos. Pero la relación fue efímera, pues de nuevo la desgracia se cernió sobre mí y, sobre todo, sobre mi amado, el cuál pereció tras una terrible enfermedad a los pocos meses de haberse realizado nuestra unión.
Fue algo desgarrador y el dolor y la angustia me envolvieron. Pensé que no podría salir de ese pozo tan negro y tan profundo dentro del cual me era imposible ver la luz. Cuando estaba ya apunto de rendirme y sumirme en la más profunda de las penas, encontré un rayo de esperanza entre tanta oscuridad y me refugié en La Sagrada Familia de Burdeos, al cobijo de Dios.
En este lugar llevo varios meses y la paz y tranquilidad que transmite me ha permitido reanudar mis labores de escritura. He escrito dos elegías para mi difunto esposo y ahora estoy escribiendo un libro, Manual del cristiano, para agradecer al Señor el consuelo que me ha procurado.

Concepción Arenal III


23 de enero de 1865



Cada vez hacemos más avances. Siento que por primera vez mi labor se ve recompensada: las presas están cada vez mejor, algunas confían en mí y he conseguido aumentar su ración de alimento, además las condiciones son cada vez mejores, e incluso he logrado descubrir un poco de esperanza en todas ellas. Si contase las condiciones en las que estas pobres criaturas se encontraban hace apenas unos meses nadie me creería; era algo inhumano, iban descalzas y con ropas raídas, trabajando como animales y siendo azuzadas con palos cuando se consideraba oportuno. Pero ahora no, ahora esa realidad ha mejorado, he conseguido ayudar a esas mujeres, que miren más allá y piensen en qué harán tras su salida de prisión, ahora hay un futuro tras las rejas que antes se les negaba por sistema.

Me ha costado  meterme en esto. Hay personas que me temen e intentan poner fin a las mejoras que trato de introducir. Aquellos a los que no les conviene esta nueva forma de hacer las cosas intentan sabotearme constantemente, pero no se puede poner freno al cambio, la evolución no se puede detener. Además, la propia reina Isabel es quien me ha nombrado visitadora de prisiones de mujeres y tenerla de mi lado me ayuda a ganarme el respeto de algunos, o la antipatía de otros, según se mire, pero tienen que callar con tal mentora.

Creo que Jesús vendrá dentro de poco a visitarme. Hace ya tiempo desde la última vez que nos vimos y he de admitir que lo añoro. Solo él fue capaz de sacarme del letargo de infelicidad en el que me encontraba cuando abandoné Madrid con la única compañía de mis dos pequeños. Él me hizo dejar de pensar, aunque solo fuera por un instante, en mi querido Fernando. Gracias a él, y por qué no a su inseparable violín, la esperanza ha resucitado en mí y ahora puedo decir, por primera vez en mucho tiempo, que soy feliz de nuevo, realmente feliz. Hasta podría decir que me siento algo celosa de ese afligido instrumento que lo arrastra constantemente lejos de mi lado para deleite de muchos, siempre nuevos, siempre distintos.
    Doy gracias a Dios por haber huido del ruido de la capital para aislarme en Oviedo, donde el destino quiso que alquilara la casa de la madre del que a partir de entonces se convertiría en mi mejor amigo. Jesús vino a mí como un rayo de luz y esperanza, me hizo sonreír por primera vez en mucho tiempo y me dio las fuerzas necesarias que me hacían falta para continuar, para seguir luchando y escribiendo por aquello que más me importaba, es más, en gran medida es a él a quién debo el premio que me otorgó la Academia. Bueno… a él y al pequeño Fernando, cuyo nombre me sirvió para poder presentar el ensayo al concurso aunque, ironías del destino, al final no sirviera de nada y acabasen descubriendo la verdad y no teniendo más opción que concederme aquel premio.
    Fernando y Ramón están cada vez más mayores y son dignos hijos de sus padres. Ramón suele interesarse por los temas que atiendo y me da a mí que está hecho un auténtico justiciero, un luchador, un idealista. Fernando por su parte es algo más serio y reservado, sin embargo posee una admirable sensibilidad y no hay día que no vea en él el reflejo de su padre.
    La inhumana situación que sufrían las presas me hizo reflexionar sobre lo cruel que puede llegar a ser el hombre y sobre el daño que puede causar la ignorancia, pues esas personas, tanto presos como carceleros, probablemente no se encontrarían allí si alguien los hubiese enseñado a pensar por sí mismos, si alguien les hubiese abierto las puertas del saber y los hubiese llegado a educar.
    Tras haber vivido y haber visto todo cuanto sucede en ese otro mundo ajeno al nuestro que son las prisiones, tengo la irrefrenable necesidad de contárselo al mundo, de enseñar qué pasa tras las verjas y dar a conocer la necesidad de cambiar, no solo el sistema jurídico y penal, sino el indecente trato humano que las presas reciben en prisión. Es esta la razón por la que quiero plasmar, negro sobre blanco, el lado más humano de estas delincuentes.
Quizá lo más indignante e injusto de esta triste situación sea el hecho de que la mayor parte de las presas son mujeres que, por su situación económica o familiar, se han visto obligadas a delinquir y por eso están sufriendo un cruel castigo. La mayoría no son más que gente buena con mala suerte y necesidades que cubrir. ¿No es absurdo castigar a alguien por robar y hundirle de tal forma que no se le dé más opción que la de seguir robando? ¿No es absurdo escarmentar a estas criaturas  en lugar de enseñarles a comenzar de nuevo? Eso pretendo, que a nadie se le niegue un futuro del que debería ser dueño.

Carmen de Burgos III


10 de septiembre de 1932 

Después de haber llegado a Madrid y de haber conseguido tener un nombre conocido como “Colombine”, dentro de la prensa, en 1909 se llevó  a cabo uno de mis sueños, por fin publiqué una novela,  ​Los Inadaptados. Aún recuerdo la emoción que sentí cuando pude ver el primer ejemplar. Me di cuenta de lo que había conseguido: por fin publicaba un libro, algo que a veces me llevó a pensar que sería imposible en aquel momento. 

Más tarde tuve la oportunidad, gracias a una beca, de poder recorrer distintos lugares de Europa, algo que me entusiasmó porque siempre he sentido la necesidad de viajar y conocer lugares. Además soy una mujer inquieta que necesita tener algún proyecto entre manos y qué mejor proyecto en aquel momento que viajar, conocer lugares y gente que me sirviera de inspiración para escribir. Eso ocurrió poco después de estos viajes: publiqué varios artículos en la revista ​El heraldo de Madridcon los que luego ese mismo año  pude publicar un libro que recogiera todos estos artículos titulado ​Por Europa. 
​Además, estos viajes me sirvieron también como inspiración para publicar más adelante otros libros como ​Cartas sin destinatario, Peregrinaciones, o ​ Mis viajes por Europa.  

Y, gracias a estas becas, pude ir a Nápoles, tierra en la que está enterrado uno de mis escritores favoritos: Giacomo Leopardi. Tuve la oportunidad estando en Italia de recorrer cada uno de los lugares donde Leopardi había estado y de conocer su obra, tanto que llegué a publicar su biografía y un estudio de su obra que también traduje. 

Pero, después de haber publicado ya varias obras, de los que iré hablando más adelante, aún había una cosa que no podía hacer y es que no me permitían participar con otros escritores en las reuniones que se hacían en los distintos cafés de Madrid,  así que decidí no aceptar un no por respuesta y terminé por fundar mi propia tertulia con otros escritores y escritoras que terminé llamando El Salón de “Colombine”, que alcanzó gran popularidad entre los intelectuales de la época. Además fue el lugar en el que conocí a Ramón Gómez de la Serna , hombre del que me enamoré y con el que mantuve durante varios años una relación amorosa, de la que ya os hablaré más adelante.

Ana María Martínez Sagi III


14 de abril de 1931
Hoy es un día grande. Un día que marca un antes y un después en la historia de España. Un 14 de abril que abre una puerta hacia la libertad, hacia la evolución y hacia los cambios que nos harán prosperar.
Hoy nos deshacemos de la monarquía, de la opresión al pueblo que nuestro rey emérito Alfonso XIII ha intentado mantener con todas sus fuerzas, o más bien, las de sus lacayos.

La Segunda República española ha llegado, y todos sus defensores gritamos orgullosos: ''¡Salud y República!''
A partir de este momento, vamos a demostrar a fascistas, conservadores y opresores del pueblo que la libertad tiene que estar presente en cada país, que la libertad es vida, que la libertad es amar, luchar, enfrentarse a las adversidades, decidir por uno mismo, crear unos ideales personales y optar a un sinfín de oportunidades, derechos y obligaciones.
A mí, por ejemplo, no se me dio ningún tipo de oportunidad. Mi madre siempre me lo niega rotundamente, sin embargo yo tengo claro que he sido, soy y seré una mancha en mi familia. Como cualquier matrimonio de hoy en día, mis padres esperaban un primogénito varón y, en su lugar, mi madre dio a luz a una mujer que desde un principio no ha querido seguir la corriente; ha querido ser libre en todos los sentidos. Hace unas semanas, se celebró un torneo de tenis en el cual yo participé con mi club. Comenzó el partido, y dos minutos después, el árbitro pitó para que paráramos el juego. Me di la vuelta, y vi cómo llegaban las Infantas Beatriz y María Cristina. El árbitro nos dijo que fuéramos a darles la bienvenida, y  comencé a observar que mis compañeras y rivales se acercaban a ellas, se inclinaban ante sus pies, y les besaban la mano derecha. Al ver esta estampa, una voz en mi cabeza comenzó a decir: ''Me niego". Y eso fue exactamente lo que hice: soltar mi raqueta y dirigirme hacia los vestuarios, para cambiarme y marcharme. A causa de este acto (calificado de irrespetuoso y vergonzoso por todos y cada uno de los presentes), unos días atrás me llegó una carta comunicándome que a partir de ese momento estaba fuera de juego, literalmente: me habían expulsado del club femenino de tenis.
Con esto quiero dar a entender que, a pesar de lo que pueda pasar, tenemos que defender nuestros ideales y hacer saber al resto de las personas que tenemos derecho a ser libres y nadie puede arrebatarnos este derecho, ni siquiera un monarca, ni nuestra familia, ni nuestro cónyuge, ni ningún tipo de régimen.
Estoy más que segura de que esta república puede romper lo establecido y acabar con estas injusticias. Puede llegar a ser la esperanza del pueblo, y un motivo de lucha y superación.
Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Gertrudis Gómez de Avellaneda IV


7 de marzo de 1858
Tras un largo periodo de depresión, conseguí alzar el vuelo de nuevo y seguir adelante con mi vida. Sin embargo, parece que la desgracia me persigue, pues, cuando ya estaba casi recuperada, mi mejor amigo murió. Esto generó un fuerte sentimiento de abatimiento y tristeza en mí, aunque no tanto como el producido por las pasadas pérdidas.
A pesar de todo, el dolor que he experimentado tiene algo bueno: me ha enseñado que el tiempo se escapa de nuestras manos sin que nos demos cuenta, que hay que aprovechar al máximo todas las oportunidades que se nos presentan y que no hay que esperar sentado a que te caigan del cielo, sino que hay que trabajar duro y salir a buscarlas sin tener miedo al fracaso.
Gracias a mi nueva filosofía de vida, el episodio que os contaré a continuación, más que afectarme negativamente, me hizo reflexionar.
Mis obras se habían hecho muy famosas y agradaban tanto a la crítica literaria como al público, por lo que decidí ir un paso más allá presentando mi candidatura a la Real Academia Española. Pero una vez más mi condición de mujer supuso un impedimento en mi carrera y, a pesar de mi buena reputación, el puesto fue ocupado por un hombre.
Después de lo ocurrido me paré a pensar sobre la situación de la mujer en la sociedad y me di cuenta de que no comprendo cómo el mundo puede estar avanzando tanto en algunos aspectos, mientras sigue con una mentalidad tan atrasada. Me asombra que la clase social que farda de ser intelectual y liberal sea, a su vez, tan machista y tan retrógrada. Y lo peor es que son el modelo a seguir de la población, que siendo analfabeta e inculta se queda absorta mirando a ese grupo de pedantes infames, para luego cumplir a rajatabla todos sus dictámenes como si de órdenes divinas se tratase.
La verdad es que a veces pienso que no soy de esta época, otras, simplemente pienso que estoy un poco loca, no lo sé… Lo que sí tengo claro es que yo seguiré luchando para que en el futuro la mujer ocupe el mismo lugar que el hombre en la sociedad y para que ambos tengan los mismos derechos y oportunidades. 
Mientras lucho por esta causa, me consuelo pensando que al menos hemos hecho algunos progresos y que ahora se me valora mucho más que cuando empecé mi carrera. Baltasar, mi última producción, ha sido la más exitosa de mi carrera y las opiniones del público y el apoyo de mis amigos me han ayudado a seguir adelante con mi carrera como escritora y poeta.